e hënë, 25 qershor 2007

Charles Baudelaire:




"Todos los imbéciles de la burguesía que pronuncian sin cesar las palabras: "Inmoral, inmoralidad, moralidad en el arte" y otras estupideces, me hacen pensar en Louise Villedieu, ramera de a cinco francos que, acompañándome una vez al Louvre, donde jamás había ido, su ruborizó y se cubrió la cara , y tirándome a cada instante de la manga me preguntaba ante las estatuas y los cuadros inmortales, cómo podían exhibir públicamente tales indecencias."
Charles Baudelaire (Mi corazón al desnudo)



Charles Baudelaire, osado, maldito, provocador, es el poeta de la Modernidad y Las Flores del Mal, publicado en el año de 1857, es el único libro de poesía por donde pasa y transita la vida en todas sus manifestaciones, las más altas y las más bajas, en todos sus aspectos, los más tiernos y los más implacables, con sus hierros, sus sedas, sus ascetismos y sus voluptuosidades, sus pecados y sus virtudes y las indulgencias y las sanciones que el hombre recibe del cielo y del infierno.
LA METAMORFOSIS DEL VAMPIRO
La mujer, entre tanto, de su boca de fresa
Retorciéndose como una sierpe entre brasas
Y amasando sus senos sobre el duro corsé,
Decía estas palabras impregnadas de almizcle:
«Son húmedos mis labios y la ciencia conozco
De perder en el fondo de un lecho la conciencia,
Seco todas las lágrimas en mis senos triunfales.
Y hago reír a los viejos con infantiles risas.
Para quien me contempla desvelada y desnuda
Reemplazo al sol, la luna, al cielo y las estrellas.
Yo soy, mi caro sabio, tan docta en los deleites,
Cuando sofoco a un hombre en mis brazos temidos
O cuando a los mordiscos abandono mi busto,
Tímida y libertina y frágil y robusta,
Que en esos cobertores que de emoción se rinden,
Impotentes los ángeles se perdieran por mí.»
Cuando hubo succionado de mis huesos la médula
y muy lánguidamente me volvía hacia ella
A fin de devolverle un beso, sólo vi
Rebosante de pus, un odre pegajoso.
Yo cerré los dos ojos con helado terror
y cuando quise abrirlos a aquella claridad,
A mi lado, en lugar del fuerte maniquí
Que parecía haber hecho provisión de mi sangre,
En confusión chocaban pedazos de esqueleto
De los cuales se alzaban chirridos de veleta
O de cartel, al cabo de un vástago de hierro,
Que balancea el viento en las noches de invierno.

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